CAMINANDO CON JESÚS, CRISTO MIGUEL - 04 - LAS CONFERENCIAS EN URMIA
Una treintena de religiones y otros cultos estaban presentes en el
templo filosófico de la familia Cimboitón en Urmia, representadas por unos 75
profesores en esos momentos, elegidos y sostenidos por sus propios cultos.
Compartían casas de campo para doce personas, y convivían el ellas de acuerdo a
un sorteo que realizaban con cada luna nueva. Cualquier intolerancia o espíritu
contencioso de alguno de los que allí estaban devenía en su inmediata expulsión
y su reemplazo por otro enviado.
Para tener derecho a estar allí, cada profesor debía representar a alguna religión o culto que reconociera a algún tipo de Deidad Suprema. Había también cinco educadores independientes que no representaban a ninguna religión, y Jesús fue incluido como uno de ellos.
Pueden imaginar la cantidad de conceptos importantes que Jesús expresó durante sus conferencias en Urmia, y que fueran las únicas enseñanzas que diera en su vida en forma organizada. Aquí ya se devela el verdadero sentido del mensaje que el Maestro quiso transmitir y que por sí mimo justifica la donación de Miguel para con la Tierra: explicar que hay un Padre, y por lo tanto todos somos hermanos. Una simple frase, que ocupa menos de un renglón y que de haber sido entendida en su profundo contenido y todo lo que de ella se desprende, hubiera bastado y esperamos que en un breve tiempo se concrete, para entender que la humanidad es una familia y viviendo los valores básicos de una familia la sociedad debió haber sido un camino en paz y felicidad.
Transcribimos a continuación los conceptos principales resumidos de las ideas expresadas dentro del apartado que podría denominarse La Soberanía, divina y humana. Son frases cortas pero llenas de contenido. Aconsejamos detenerse en cada concepto para integrar la idea total:
La fraternidad de los hombres
está basada en la paternidad de Dios. (Si hay un solo padre, todos sus hijos, somos
hermanos) La familia de Dios tiene su origen
en el amor de Dios porque Dios es amor. Dios Padre ama divinamente a sus hijos,
a todos ellos. (A toda la humanidad; no hay pueblo elegido) El reino de los cielos, el gobierno divino,
está basado en el hecho de la soberanía divina porque Dios es espíritu. Puesto
que Dios es espíritu, este reino es espiritual. El reino de los cielos no es
material ni simplemente intelectual; es una relación espiritual entre Dios y el
hombre.
Si las diferentes religiones
reconocen la soberanía espiritual de Dios Padre, entonces todas esas religiones
permanecerán en paz.
Sólo cuando una religión
pretende ser de alguna manera superior a todas las demás, y poseer una
autoridad exclusiva sobre las otras religiones, dicha religión se atreverá a
ser intolerante con las demás religiones o tendrá la osadía de perseguir a
otros creyentes religiosos. (Eso
sucedió, lamentablemente, y hemos padecido y padecemos conflictos y guerras
religiosas).
La paz religiosa —la
fraternidad— nunca puede existir a menos que todas las religiones estén dispuestas
a despojarse por completo de toda autoridad eclesiástica, y a abandonar
plenamente todo concepto de soberanía espiritual. Sólo Dios es el soberano espiritual.
Si los líderes religiosos no están dispuestos a entregar la soberanía a Dios, anunciaba Jesús, no podremos convivir en unidad religiosa. No alcanza con declarar que todas las religiones son iguales, e incluso que todos los hombres son iguales, sino que es necesario entregar la soberanía a alguien superior, a Dios, entendiendo que en su trinidad es Padre Universal, Hijo Eterno y Espíritu Infinito y contiene toda la sabiduría que debe poseer un soberano.
Los seres dotados de libre albedrío que se consideran
como iguales, a menos que reconozcan mutuamente estar sometidos a alguna
soberanía superior, a alguna autoridad que esté por encima de ellos, tarde o
temprano se sienten tentados a probar su capacidad para conseguir poder y
autoridad sobre otras personas y grupos. El concepto de igualdad no aporta
nunca la paz, excepto cuando se reconoce mutuamente una influencia controladora
de soberanía superior.
En cuanto a la soberanía política en la Tierra, y haciendo una adaptación a lo expresado por Jesús en esos tiempos en que las naciones eran tan diferentes a hoy día, sus enseñanzas siguen la misma línea que sobre la soberanía humana: nunca dejará de haber guerras mientras las naciones se aferren a la noción de soberanía nacional ilimitada, o como también solemos decir: derecho a la autodeterminación de los pueblos.
En un
mundo habitado, solo pueden existir dos niveles de soberanía: la constituida
por el libre albedrío de cada ser humano, ese es un nivel, y la soberanía
colectiva de toda la humanidad; ese es el otro nivel superior.
Entre
ambos, se sitúan todas las organizaciones intermedias, gobiernos, federaciones
etc., cuya finalidad debiera ser únicamente la de aumentar la felicidad, el
bienestar y el progreso del individuo y del conjunto planetario.
No puedo confirmar si Jesús en sus conferencias se refirió y explicó en alguna forma sobre los Altísimos, esos seres de la Orden universal Voronandeck encargados de administrar la evolución de las humanidades en los distintos mundos, pero en el Libro de Urantia hacen la siguiente aclaración: “Los educadores religiosos deben recordar siempre que la soberanía espiritual de Dios está por encima de todas las lealtades espirituales interpuestas e intermedias. Los gobernantes civiles aprenderán algún día que los Altísimos gobiernan en los reinos de los
hombres”. “Este gobierno de los Altísimos en
los reinos de los hombres no está establecido para el beneficio especial de un
grupo de mortales particularmente favorecido. No existe ningún tipo de
"pueblo elegido". El reinado de los Altísimos (los súper controladores
de la evolución política) está destinado a fomentar, entre todos los hombres, el mayor bien para
el mayor número de ellos y durante el mayor tiempo posible.”
Urantia (nombre galáctico de la Tierra, Gaia) no disfrutará de una paz duradera hasta que las llamadas naciones soberanas entreguen sus poderes soberanos, de manera plena e inteligente, entre las manos de la fraternidad de los hombres —del gobierno de la humanidad. El internacionalismo —las ligas de naciones— nunca podrá asegurar una paz permanente a la humanidad. No se puede evitar que las naciones se lancen a la guerra mientras permanezcan infectadas con el virus ilusorio de la soberanía nacional. El internacionalismo es un paso en la dirección adecuada. Una fuerza de policía internacional impedirá muchas guerras menores, pero será ineficaz para impedir las guerras mayores, los conflictos entre los grandes gobiernos militares de la tierra.
Los ciudadanos no nacen para el beneficio de los
gobiernos; los gobiernos son
organizaciones pensadas y creadas para el beneficio de
los hombres. La evolución de la soberanía política no puede tener otro destino
que la aparición del gobierno de la soberanía de todos los hombres. Todas las
demás soberanías tienen un valor relativo, un significado intermedio y una
condición subordinada.
No olvidemos que estos conceptos no son la palabra de Jesús propiamente dicha, sino las ideas que actualizadas a nuestro vocabulario de hoy y al devenir político de las naciones, se pueden desprender de su pensamiento.
Habló también sobre la ley, la libertad y la soberanía. La convivencia implica una regulación de las libertades porque todos los que aman su independencia no pueden ejercerla sin coartar las de algún otro.
“La guerra no es una enfermedad del hombre grande y terrible; la guerra es un síntoma, un resultado. La verdadera enfermedad es el virus de la soberanía nacional.”
La paz
mundial no se puede mantener mediante tratados, diplomacia, políticas exteriores,
alianzas, equilibrios de potencias o cualquier otro tipo de arreglo que haga malabarismos
con las soberanías del nacionalismo. Hay que crear una ley mundial y debe ser aplicada
por un gobierno mundial —la soberanía de toda la humanidad.
Cuando falleció Cimboitón sus hijos no pudieron mantener mucho tiempo más la paz entre los educadores. Y cuentan que los que fueron designados para representar “al cristianismo”, no fueron muy adecuados e intentaron imponer sus creencias. Así fue que en 5 años los hermanos decidieron no apoyar más financieramente la escuela.
Los
enviados por las enseñanzas de Jesús escucharon muchas veces hablar de las
conferencias del “conductor de caravanas” pero nunca se enteraron de quien
había sido en realidad.
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