CAMINANDO CON JESUS, CRISTO MIGUEL - 06 - LO QUE SUCEDIÓ EN EL MONTE HERMÓN
Su encuentro con los seguidores de Lucifer estaba cerca de suceder. Jesús
pasó las tres últimas semanas de agosto y las tres primeras de septiembre en el
Monte Hermón.
Los seres sobrehumanos con los que se enfrentó, luchó en espíritu y
derrotó, eran reales. Eran sus mayores enemigos del sistema de Satania.
Lucifer no era un ser ascendente; era un ser magnífico, con una brillante personalidad. Nuestro mundo, Urantia o la Tierra, integra con el número 606 el sistema de Satania. Satania tiene un mundo llamado Jerusem que oficia de capital central, e integra la constelación de Norlatiadec. Norlatiadec integra un grupo de cien mundos, con sede central en el planeta Edentía, y así podríamos seguir hasta completar la conformación del universo de Nebadón.
Lucifer, y su comandante, Satanás reinaron en Jerusem por 500 mil años, hasta que comenzaron a modificar sus corazones y volverse en contra del Padre Universal y su Hijo Miguel, por entonces vicegerente, como podríamos llamarlo.
En la mente de Lucifer se fue gestando una disconformidad con el plan
divino hasta llegar a la rebelión, convencido de que sus ideas serían
beneficiosas para el universo, al punto de que luego ya no podía dar marcha
atrás y allí incurre en pecado “deliberado
y volitivo”.
Comentaba Jesús en una charla con Ganid, el hijo del comerciante indio
llamado Gonod con quienes viajó por el Mediterráneo tiempo antes, acerca del
pecado. Y lo definió como “un error de percepción de lo que es el plan de Dios,
en el que a voluntad se sigue incurriendo”. O sea, no es pecado obrar mal o
equivocarse, sino persistir a sabiendas en ese error.
La rebelión de Lucifer se concretó a través de lo que se llamó la Declaración Luciferina de Libertad y
tenía tres aspectos principales: 1) Lucifer alegaba que el Padre Universal no
existía y que era un mito inventado por los Hijos Paradisíacos, como Miguel de
Nebadón, para retener el gobierno de los universos en nombre del Padre. 2)
Sostenía que los sistemas locales debían ser autónomos y que la adoración al
Padre era una treta sagaz para agrandar a los Hijos Paradisíacos, y 3) Atacaba
el plan universal de capacitación de los mortales ascendentes (o sea nosotros).
Que se gastaban demasiadas energías en capacitar a los mortales ascendentes
sobre la organización del universo, y otras consideraciones más extensas para
continuar evaluándolas aquí.
Sin embargo, es necesario aclarar que se le dejó igualmente continuar
con su plan seductor de voluntades sin obstáculos ni frenos, hasta que en un
momento posterior se decidió que esa rebelión quedaría confinada solo al sector
de Satania. Esa demora, fue tomada por Lucifer como incapacidad para detenerlo
por parte de los Hijos Paradisíacos.
En realidad, Miguel de Nebadón no quiso de ningún modo tomar medidas drásticas contra los rebeldes, confiando en que en algún momento reflexionarían y evitando el conflicto directo no volverían a presentarse más sucesos de ese tipo en el universo.
Durante mucho tiempo se le dio a Lucifer la posibilidad de arrepentirse, a lo que no accedió, aunque sí lo hicieron algunos de sus seguidores.
En las primeras cinco semanas en el monte Jesús estuvo en contacto con el Padre hasta llegar al pleno convencimiento de su verdadera naturaleza y del triunfo de su misión. Creía firmemente en el predominio de su naturaleza divina por sobre la humana y ya no dudaría en afirmarlo en adelante.
Ya en el final de su estancia allí Jesús pidió a su Padre poder enfrentarse a sus enemigos de Satania, en su calidad de Hijo del Hombre, o sea como Jeshua ben Joseph.
Así fue que la gran tentación, la prueba del universo, tuvo lugar frente
a Satanás en representación de Lucifer y a Caligastia, el Príncipe Planetario
que debía velar administrativamente por el desarrollo de la humanidad en esos
tiempos, pero que se había plegado a la rebelión.
Estos seres se hicieron plenamente visibles para él.
Así lo cuenta el Libro de Urantía: “Esta “tentación", esta prueba final de lealtad humana frente a las falsedades de las personalidades rebeldes, no tenía que ver con el alimento, los pináculos del templo o los actos presuntuosos, (como nos han contado) No tenía que ver con los reinos de este mundo, sino con la soberanía de un poderoso y glorioso universo. El simbolismo de nuestras escrituras estaba destinado a las épocas atrasadas del pensamiento infantil del mundo. Las generaciones siguientes deberían comprender la gran lucha que mantuvo el Hijo del Hombre aquel día memorable en el Monte Hermón. A las numerosas proposiciones y contraproposiciones de los emisarios de Lucifer, Jesús se limitó a responder: "Que prevalezca la voluntad de mi Padre del Paraíso, y a ti, mi hijo rebelde, que los Ancianos de los Días te juzguen divinamente. Soy tu Creador-padre; difícilmente puedo juzgarte con justicia, y ya has despreciado mi misericordia. Te confío a la decisión de los Jueces de un universo más grande". A todos los arreglos y artimañas sugeridos por Lucifer, a todas las proposiciones engañosas relativas a la donación de la encarnación, Jesús se limitó a responder: "Que se haga la voluntad de mi Padre del Paraíso." Cuando la dura prueba terminó, el serafín guardián que se mantenía apartado volvió al lado de Jesús y le aportó su servicio”.
Esa tarde a finales del verano Cristo Miguel, de Nebadón ganó la soberanía de su universo. Cuando Jesús descendió del monte Hermón, la rebelión de Lucifer en Satania, y la secesión de Caligastia en la Tierra estaban prácticamente arregladas.
Aquí debe observarse que “la gran tentación” sucedió
antes de su bautismo, y no inmediatamente después.
Al bajar del monte, Jesús se encontró con Tiglat que
subía para reponer alimentos. Y le dijo que ya volverían: “El período de
descanso ha terminado; tengo que volver a los asuntos de mi Padre”.
Se despidió del muchacho, le regaló el asno y se
dirigió por donde había venido, hacia Cafarnaúm.
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