CAMINANDO CON JESUS, CRISTO MIGUEL - 12 - LOS 6 NUEVOS APÓSTOLES


Versión Audio Podcast  Voz: Tesalia Camacho

El domingo 23 de junio del año 26 d.C. Jesús envió a los 6 apóstoles a predicar las novedades del reino. Les prohibió que bautizaran y que hicieran reuniones públicas.

Por lo menos, les dijo, no es tiempo todavía para ello, lo que calmó la desilusión del grupo ya que comprendieron que era mejor comenzar en esa primera gira con un trabajo personal.

Los envió en parejas: Santiago y Juan fueron a Jeresa. Andrés y Pedro a Cafarnaúm y Felipe y Natanael a Tariquea.

El Maestro les había dicho que el grupo debería aumentar a 12 integrantes por lo que autorizaba a cada uno a proponer un discípulo más de entre los primeros que se convirtieran al reino durante la gira.

Juan preguntó si esos 6 estarían conviviendo con ellos, que estaban juntos desde hace tanto tiempo. “Sí, Juan, contestó el Maestro, ellos formarán con nosotros un solo cuerpo, y vosotros les enseñareis lo relacionado con el reino como yo les enseñé a ustedes”.

Partieron con algo de temor en sus corazones, por lo nuevo que se avecinaba y por la timidez que tenían algunos de ellos.

La tarea implicaba 2 semanas, las que aprovechó Jesús para visitar a su familia. Pensó en Juan el Bautista y en que podría liberarlo, pero se allanó a “la voluntad del Padre”.

Finalmente, pasadas las 2 semanas, volvieron muy contentos por el contacto personal con las personas y comprendiendo que la religión es “una experiencia personal”.

Andrés dirigió la rendición de vivencias de cada uno frente a Jesús y presentaron los nombres de los elegidos para integrarse al grupo. Se los admitió por votación y en los días siguientes se les informaría su aceptación.

Los designados fueron: Mateo Leví, recaudador de derechos de aduana en

Cafarnaúm, presentado por Andrés.

Tomás Dídimo, pescador de Tariquea; antes albañil y carpintero, presentado por Felipe.

Los hermanos Zebedeo, Juan y Santiago eligieron a dos mellizos, Judas y Santiago Alfeo, ambos pescadores.

Pedro escogió a Simón el Zelote, un militante de la organización patriótica de los zelotes que buscaban la liberación de Judea del dominio romano.

Y por último Natanael presentaba el nombre de Judas Iscariote, hijo de padres judíos, ricos, de Jericó. Había estado con Juan el Bautista y sus padres, saduceos, lo habían repudiado. Por eso andaba buscando trabajo cuando los apóstoles lo encontraron. Conocía mucho de manejo de dinero y finanzas. Era el único del grupo que no venía de Galilea.

Al día siguiente comenzarían las visitas para anunciarles su confirmación en el grupo.

Primero fueron Jesús y los 6 a visitar a Mateo. Andrés y el Maestro se adelantaron, y cuando estuvieron frente a él le dijo “Sígueme” y después fueron a la casa de Mateo. Había organizado un banquete para la noche si estaban de acuerdo a lo que Jesús accedió. En un aparte Pedro le contó a Mateo que al grupo se incorporaría Simón el Zelote y si le parecía que fuera invitado para esa noche, lo que se convino hacer.

Después de almorzar fueron a visitar a Simón, y Jesús lo invitó con su “Sígueme” y regresaron juntos a casa de Mateo conversando mucho de política y religión.

La familia Leví, por sus actividades se movían en un círculo de personas que podían ser calificados por los fariseos de “publicanos y pecadores” por lo que estaban presentes unos y otros. Algunos invitados a la cena y otros, según la costumbre de la época, merodeando para escuchar y ver como se desarrollaba la cena y los discursos de los famosos y homenajeados, en este caso el Maestro Jesús.

A medida que avanzaba la cena aumentaba el ambiente festivo y alegre y muchos fariseos por dentro comenzaban a indignarse por la presencia de Jesús en un lugar de frivolidad.

En el fin de la noche, Jesús dijo unas palabras de despedida: "Al venir aquí esta noche para acoger a Mateo y a Simón en nuestra hermandad, me complace presenciar vuestra alegría y vuestro regocijo social, pero deberíais regocijaros aún más porque muchos de vosotros entraréis en el reino del espíritu por venir, donde disfrutaréis más abundantemente de las buenas cosas del reino de los cielos. A los que estáis entre nosotros, criticándome en vuestro fuero interno porque he venido aquí para divertirme con estos amigos, permitidme decir que he venido para proclamar la alegría a los oprimidos de la sociedad y la libertad espiritual a los cautivos morales. ¿Necesito recordaros que los que están sanos no necesitan al médico, sino más bien los que están enfermos? He venido, no para llamar a los justos, sino a los pecadores."

 A la mañana siguiente los 9 fueron en barca hasta Jeresa, a visitar a los mellizos.

Estaban esperándolos en la costa y cuando llegaron Santiago Zebedeo los presentó a Jesús que les dijo “Seguidme”.

Pasaron la tarde conversando y recibiendo instrucciones de Jesús que para finalizar les dijo: "Todos los hombres son mis hermanos. Mi Padre celestial no desprecia a ninguna de las criaturas que hemos hecho. El reino de los cielos está abierto a todos los hombres y a todas las mujeres. Nadie puede cerrar la puerta de la misericordia en la cara de un alma hambrienta que está intentando entrar. Nos sentaremos a comer con todos los que deseen oír hablar del reino. Cuando nuestro Padre celestial contempla a los hombres desde arriba, todos son iguales. Así pues, no os neguéis a partir el pan con un fariseo o un pecador, con un saduceo o un publicano, con un romano o un judío, con un rico o un pobre, con un hombre libre o un esclavo. La puerta del reino está abierta de par en par para todos los que deseen conocer la verdad y encontrar a Dios."

Tomás y Judas, los 2 restantes, se encontraron con el grupo en el desembarcadero de Tariquea.  Felipe presentó a su candidato, y Natanael al suyo.

Jesús miró a Tomás y le dijo: "Tomás, te falta fe; sin embargo, te recibo. Sígueme."

A Judas Iscariote, el Maestro le dijo: "Judas, todos somos de la misma carne, y al recibirte entre nosotros, ruego porque seas siempre leal con tus hermanos galileos. Sígueme."

 Luego de un descanso Jesús llevó al grupo a un lugar para orar e instruirlos sobre el trabajo del Espíritu Santo. Pero no lograban comprender del todo las enseñanzas del Maestro. Algunos entendían algo, otros algo diferente, pero no abarcaban el conjunto de la enseñanza. Porque trataban de adaptar el nuevo evangelio a las viejas formas de su creencia religiosa.

No podían captar la idea de que Jesús había venido para proclamar un nuevo evangelio de salvación y para establecer una nueva manera de encontrar a Dios; no percibían que él era una nueva revelación del Padre Celestial.

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