CAMINANDO CON JESUS, CRISTO MIGUEL - Parte 2 - 01 - CONTROVERSIA EN LA BODA DE CANÁ
El 25 de febrero del 26 d.C. los apóstoles
partieron para Caná a la celebración de la boda de una joven prominente de la
ciudad. Antes estuvieron conversando con la familia de Jesús, contándoles
entusiasmados como veían a Jesús como el libertador esperado. Su hermano José
reflexionó sobre que su madre creía que “nuestro
extraño hermano quizá un día sería rey”.
Jesús llegó por la noche a Cafarnaúm y todos coincidían que lo veían otra vez desenfadado y alegre, pero a la vez majestuoso y sublime.
Sobre la posición de María hay posiciones encontradas.
Están quienes la ven entendiendo la misión de Jesús mientras otros creen que
ella lo veía como el Mesías, es decir como un futuro rey sobrenatural de los
judíos.
Al día siguiente todos fueron a Caná, a la boda de Noemí. A pesar de las advertencias de Jesús sobre que no hablaran de su misión “hasta que llegara la hora del Padre” la mayoría divulgó la noticia de que habían encontrado al libertador.
Sus hermanos recordaban los acontecimientos sucedidos
en su bautismo, por lo que esperaban que en cualquier momento habría
manifestaciones sobrenaturales y demostraciones milagrosas por lo que toda la
región estaba pendiente de la boda de Noemí y Johab.
María, según el Libro de Urantia estaba con la
expectativa de alguna suerte de coronación de su hijo. Así fue que llamó a
Santiago y juntos le preguntaron a Jesús en qué momento de la ceremonia
manifestaría su ser “sobrenatural”.
Imaginen el rostro de Jesús ante esa pregunta. Él se limitó a decir: "Si me amáis, entonces disponeos a aguardar conmigo mientras espero la voluntad de mi Padre que está en los cielos." Pero la elocuencia de su reproche residía en la expresión de su rostro.
Jesús se retiró durante una hora y volvió luego ya recompuesto. Pero María seguía preguntándose por la extraña conducta de su hijo.
Finalizada la boda, y sin discursos de los esposos, la atención se centraba en Jesús. Él reunió a sus discípulos, que en ese momento aún eran seis, y le dijo que de ninguna manera esperaran de Él algún prodigio para satisfacer a los curiosos. Jesús ya lo había decidido en su retiro en el Monte Hermón no realizar acciones sobrenaturales.
Se acerca el momento tan esperado y conocido. Durante la cena el padre del novio había ofrecido a los invitados vino en cantidad suficiente, pero antes de que termine la cena nupcial, los criados le informaron que la bebida se estaba acabando.
Cuando terminada la cena, ya paseaban por los
jardines, la madre del novio abordó a María y le comentó el asunto del vino.
Ella le contestó: “No se preocupe, hablaré con mi hijo, Él nos ayudará”.
Jesús estaba solo en un rincón del jardín, su madre se acercó y el siguiente diálogo tuvo lugar: "Hijo mío, no tienen vino." Y Jesús contestó: "Mi buena mujer, ¿en qué me concierne ese asunto? " María dijo: "Pero yo creo que ha llegado tu hora. ¿No puedes ayudarnos?" Jesús replicó: "Afirmo de nuevo que no he venido para actuar de esa manera. ¿Por qué me molestas otra vez con esos asuntos?" Entonces, echándose a llorar, María le suplicó: "Pero, hijo mío, les he prometido que nos ayudarías. ¿No querrías hacer algo por mí, por favor?" Entonces dijo Jesús: "Mujer, ¿quién te ha dicho que hagas ese tipo de promesas? Cuídate de no volverlo a hacer. En todas las cosas debemos servir la voluntad del Padre que está en los cielos."
María quedó aturdida por la situación, y el Maestro se inclinó hacia ella, puso su mano sobre su cabeza y le dijo: "Vamos, vamos, madre María, no te aflijas por mis palabras aparentemente duras. ¿No te he dicho muchas veces que he venido solamente para hacer la voluntad de mi Padre celestial? Con mucho gusto haría lo que me pides si formara parte de la voluntad del Padre..."
Y Jesús se quedó cortado, vacilando. María pareció percibir que algo estaba sucediendo. Dando un salto, arrojó sus brazos alrededor del cuello de Jesús, lo besó, y se precipitó hacia la sala de los criados, diciendo: "Cualquier cosa que mi hijo os diga, hacedla" Pero Jesús no dijo nada. Aunque ahora se daba cuenta de que ya había dicho demasiado —o más bien que había deseado demasiado con su pensamiento.
En este tiempo que transitamos, año 2023, estamos escuchando repetidamente a los enviados cósmicos, encarnados en nuestro planeta, que nos dicen de las capacidades que tenemos como humanos, a medida que la evolución en consciencia y frecuencial se vaya dando en cada uno de nosotros.
Que somos co creadores de realidades, como Dios, lo que se manifestará a medida
que nuestro ADN humano se active por completo, que comencemos a vivir en
consciencia y en amor incondicional, entre otras cosas que debemos hacer y que
se irán dando.
Por supuesto que un ser como Jesús tenía en sí mismo
esa capacidad y muchas más desarrolladas, por lo que a pesar de haber previsto
que no consideraba oportuno alterar la realidad con milagros sobrenaturales, el
solo hecho de pensarlo y visualizarlo, provocó la manifestación y el agua se
transformó en vino.
Nos cuentan que esto sucedió en asociación a ciertos poderes universales que confluyeron en el momento, unido al deseo por simpatía que embargaba a Jesús. Cerca de allí había seis vasijas de piedra llenas de agua, con 80 litros cada una.
Estaban destinadas a una suerte de ceremonia de
purificación en el final del casamiento. Cuando Jesús se acercó a ellas vio la
agitación de los criados y de María que allí estaba, mientras sacaban jarras
llenas de vino. En ese momento el Maestro comprendió recién lo que había
sucedido
Entonces, el Hijo del Hombre recordó la advertencia que su Ajustador Personalizado le había hecho en las colinas. Recordó cómo el Ajustador le había avisado que ningún poder o personalidad podía privarlo de su prerrogativa como creador, de ser independiente del tiempo. En esta ocasión, los transformadores del poder, los medianos y todas las demás personalidades que se requerían, estaban reunidas cerca del agua y de los otros elementos necesarios, y en presencia del deseo expresado por el Soberano Creador del Universo, Cristo Miguel, no había manera de evitar la aparición instantánea del vino. Y aunque no lo entendamos aún, eso sucede en otra línea de tiempo, diferente a la que rige en la Tierra.
No podemos comprender exactamente el proceso mental y energético involucrado en el estado actual de nuestras mentes, pero creo que podemos darnos cuenta del poder que reside dentro nuestro, a medida que vayamos evolucionando en consciencia, ya que estamos hechos a imagen y semejanza del creador.
El Ajustador Personalizado de Jesús le dijo que lo sucedido no infringía
de ninguna manera la voluntad del padre.
Muchos de los presentes lo miraban como si realmente fuera el Mesías. Jesús se propuso que eso no volviera a suceder, porque confundiría al pueblo sobre lo que significa el verdadero reino, pero sin embargo sucesos similares se volverían a repetir en adelante.
Al dejar la ciudad Jesús les dijo a sus discípulos que nunca hicieran
mención de la transformación del agua en vino. Pero ellos en el camino de
vuelta a Betsaida estaban muy emocionados por lo que habían presenciado y por
ser los elegidos para acompañar al Hijo del Hombre.
El Maestro debió aclararles otra vez cuál era su misión y de qué tipo de
reino estaba hablando. Los apóstoles quedaron muy aturdidos y sin llegar a
comprender lo que habían oído.
Luego fueron a dormir y Jesús se quedó conversando con
su hermano Judá, quien le dijo con gran emoción: "Mi hermano -padre, nunca te he
comprendido. No sé con certidumbre si eres lo que mi madre nos ha enseñado, y
no comprendo plenamente el reino venidero, pero sí sé que eres un poderoso
hombre de Dios. He oído la voz en el Jordán, y creo en ti, sin importarme quien
seas."
Esa noche Jesús pasó largo tiempo meditando sobre lo acontecido y se convenció que sería muy difícil cambiar la idea del Mesías que se había instalado en el pueblo y entre sus discípulos.
Nos cuentan que al final reconoció que no había manera de lanzar su mensaje del reino excepto como cumplimiento de la predicción de Juan, y como aquel que los judíos estaban esperando. Después de todo, aunque él no era el Mesías de tipo davídico, sí era en verdad el cumplimiento de las declaraciones proféticas de los videntes del pasado, con mayores inclinaciones espirituales. Nunca más negó por completo que fuera el Mesías. Decidió dejar al funcionamiento de la voluntad del Padre la tarea de desenredar finalmente esta complicada situación.
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